lunes, 11 de mayo de 2009

El sonámbulo

Caminó, sin ser dueño de sus movimientos, en cada paso lento, en cada frío aliento
las farolas contagiaban un naranja tóxico
que engendraba la sombra del peregrino
de ambulante y soñoliento.
La noche lo cubría con su manto de misterio, la oscuridad
lo atrapaba en las fauces negras de un parque solitario
gobernado por el más estéril silencio
Solo sus pisadas quebraban el equilibrio de un mal ahora despierto
que se acerca acechando, vil espectro hambriento.
Pobre transeúnte gafado por un despertar en sueño, creía caminar en un vergel
pisando el mismo infierno.
Y el tiempo angustiado quiere salir del minutero.
Y el tiempo asustado no quiere verlo.
Hasta la propia oscuridad esta atemorizada ante el momento, la fiera se abalanza,
retorna el silencio.
Caminó, sin ser dueño de sus movimientos, en cada paso lento, hasta su último aliento.

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