viernes, 31 de julio de 2009

El paraguas de la simetría


EL PARAGUAS DE LA SIMETRÍA

-¿Que desea caballero? anunciaron dos voces al unísono.

El cliente, un hombre mayor, que entró empapado en la tienda para comprar un paraguas, se quedó pasmado y atónito ante lo que presenciaban sus ojos:

El amable, corrijo, los amables dependientes, a primera vista, creyó que podían ser una alucinación. Ambos eran gemelos idénticos, unidos desde la cabeza hasta la cintura, a pesar de ello, parecían personas completamente normales y capaces de llevar un negocio.

-¿Señor, me ha oído?

-Emm, si... Verá, digo… verán necesito un paraguas, mi casa está lejos y esta maldita lluvia me ha pillado por sorpresa.

-¿Vaya has oído Henry?

-Alto y claro Joseph, un verdadero contratiempo.

-¿Sería tan amable de decirnos su nombre caballero?

-Peter, Peter Diamond.

-Excelente señor Diamond, venga por aquí, por favor acompáñenos, mi hermano Joseph es un experto en esta clase de artículos, ¿verdad?

-Ja, ja, ja si he de reconocerlo.

En ese instante una sonrisa de complicidad se cruzó entre los siameses.

-Ustedes dos...

Antes de que pudiera terminar la frase…

-Si señor Diamond, somos hermanos siameses, la verdad es que no es tan horrible llevar a un compañero pegado ¿verdad Henry?.

-En efecto Josh... nunca te sientes solo.

A esta frase le acompañaron unas exageradas carcajadas, que incomodaron al anciano.

El almacén apestaba a humedad y alguna que otra telaraña colgaba del techo, que no se salvaba tampoco de goteras y grietas que denotaban la antigüedad del local.

-Bueno, señores creo que con que me saquen uno sencillito será más que suficiente

-Por favor Peter, déjelo en nuestras manos... Tenemos el más adecuado para usted, espere un momento.

Acto seguido los hermanos desaparecieron entre las sombras de la habitación.

Minutos después, los peculiares hermanos volvieron con una especie de paquete alargado envuelto en papel de periódico.

-Si, creo que este es el más acertado, ¿no crees Henry?

-No podíamos haberlo elegido mejor, ¿qué le parece a usted señor Diamond?

dijo, desenvolviendo el misterioso objeto:

Se trataba de un paraguas, color gris, muy sencillo y corriente, .excepto por el mango, ya que este estaba hecho de marfil y en él había tallados unos extraños grabados, que simbolizaban algo parecido a dos caras simétricas unidas por la nuca.

-Mmm....... bien ese mismo me valdrá, pero... ¿cuánto cuesta?, preguntó Peter apresurado.

-13 euros, respondieron a la vez.

Peter consulto su cartera, estaba vacía.

-Vaya, parece que…

.-No importa, puede llevárselo de todas formas, ya nos lo devolverá…

-Joseph lo ha buscado para usted con mucha ilusión.

-Es cierto, no se preocupe, tome, que aún llegará más tarde a su casa, concluyó, entregándole el paraguas.

-Bueno, no sé que decir, muchas gracias, mañana mismo se lo pagaré señores.

-Si, si, usted tranquilo Diamond.

A continuación lo condujeron hasta la puerta, entonces Peter reparó en algo extraño. Había pasado miles de veces por aquella calle y nunca antes había visto esa tienda, curioso…Quizás solo fuera su imaginación y siempre estuvo allí.

-Adiós, Henry y Joseph, gracias por todo, han sido muy considerados con este pobre vejestorio.

-Hasta la vista señor Diamond, tenga cuidado, la calle a estas horas puede ser peligrosa, dijeron ambos con una sonrisa truculenta, que dibujo sendas muecas aterradoras en sus rostros.

Peter no cesaba de proferir suspiros de frustración, todo estaba encharcado y se había empapado hasta las rodillas a causa de los resbalones, no había servido de mucho el paraguas.Ahora incluso lamentaba haber perdido el tiempo en aquella tienda.

De pronto y para rematar la noche, el temporal arreció de forma violenta y además de la lluvia, un fuerte viento hizo chocar contra los cristales las contraventanas de los siniestros y sombríos edificios.

Diamond no podía seguir avanzando, así que optó por resguardarse en algún lugar para más tarde reanudar la marcha, total, más tarde no podía llegar.

Su mujer habría pensado que estaba haciendo horas extra, probablemente hubiera conciliado el sueño hace horas.

Así pues, con pasos torpes e inseguros se metió bajo el pequeño techo de un portal para refugiarse del monzón.

Poco a poco se fue acostumbrando a la penumbra de la madrugada, a la luz naranja proyectada por las negras farolas, que le observaban con ironía desde el otro lado de la calle, distorsionadas por el agua que caía formando una cortina traslúcida e hipnótica.

Entonces cerró el paraguas y empezó a examinarlo con más atención.

Aquellas caras fusionadas e idénticas parecían haberse transformado, antes eran las de dos jóvenes siameses pero algo había cambiado.

Ahora los rostros estaban viejos y deteriorados. De pronto, fijando más su atención en ese detalle, una expresión de terror y aprensión se apoderaron de su cara.

-¡Es mi propio rostro!

Acto seguido el paraguas comenzó a brillar de manera muy intensa y las caras también, despidiendo una luz fantasmagórica que le cegó por completo.

Después sintió como si su cuerpo fuera a explotar y todo el lado derecho del mismo comenzó a hincharse muy rápidamente, alcanzando unas proporciones grotescas.

Peter presa del pánico, intentaba incorporarse y huir, pero sus esfuerzos eran vanos, ya que no

pódía levantar su propio peso y el barro le hacía resbalar una y otra vez.

De pronto en una de las caídas su cabeza impacto contra el suelo y perdió el conocimiento, yacíendo inerte sobre el frío y duro asfalto...

-¿Qué? ¿Qué demonios ha pasado?

Diamond estaba confuso, era por la mañana y ya no llovía.

Contempló el paraguas a su lado y con un gesto de repugnancia lo lanzó varios metros desde su posición.

Quiso levantarse pero no lo logró, algo se lo impedía, se sentía como fijado al suelo…

.-Ey, Peter tranquilo, ya te ayudo.

Cuando el anciano giró la cabeza para saber de donde provenía esa voz, empezó a proferir gritos de terror.

Un hombre exactamente igual a él estaba pegado a su cuerpo, unido desde el hombro izquierdo hasta la cintura.

Intento correr, escapar y separarse de aquel gemelo maldito, pero todo intento fue en vano.

-Ey, hermano tranquilízate

-¿Hermano? yo no tengo ningún hermano, tu eres... eres un monstruo, un mutante.

-Eh eh…un poco de respeto, vamos a pasar así mucho tiempo, vete acostumbrando.

-Ja, ja, ja, me estoy volviendo loco, dijo, llevándose las dos manos a la cabeza.

-De loco nada Peter, estás perfectamente hermano.

-¡Que no me llames hermano! ¡Calla! déjame pensar...

Claro, esto debe ser cosa del paraguas que me vendieron anoche esos condenados siameses, debo volver enseguida a la tienda.

Agarró el paraguas y corrió como pudo en medio de la carretera aún vacía, casi arrastrando a su nuevo compañero, con el fin de resolver aquella especie de maldición.

Cual fue su sorpresa que cuando llegó donde supuestamente estaba el local no había nada, tan solo una nota escrita en un folio mojado y pegada en un muro de ladrillos:

Querido Peter Diamond:

Ha adquirido usted el paraguas de la simetría, espero que no se sorprenda, cuando lea esto seguro que habrá descubierto a su nuevo hermano, por así llamarlo, felicidades por ello.

Ya verá como pronto congenian, como hice yo con Henry.

En fin, haga usted buen uso del paraguas, puede venirle bien ahora que llega abril, o siempre puede regalarlo a alguien que busque refugiarse de la lluvia... ¿no cree?

Atentamente:

Joseph y Henry